Por los caminos del Señor: Cartica al Nino Dios
Por el Padre JUAN TRIVIŇO.- Apreciados Lectores. Paz y bien. Mi saludo católico y de fe en este nuevo año litúrgico, ciclo C, que hoy iniciamos con el primer domingo de adviento, tiempo de espera y preparación espiritual y corporal; vivencia en familia para recibir con alegría al Rey del mundo. EL NIÑO JESUS. Nacido en el portal de Belén. Quiero decirles que durante estos meses de diciembre y enero, estaremos recibiendo unas historias de cuentos navideñas y año nuevo para que recordando esta sentimiento de nuestra vida, nunca dejemos que esta hermosa tradición se pierda en los laureles sino que anide y perdure en nuestras vidas de generación en generación y que estos momentos tan sensibles sigan despertando en la humanidad la necesidad de vivir en paz, alegría, sensibilidad, humanismo, compartir, dar, recibir besos y abrazos que todos necesitamos y escuchar un te quiero.
Espero que esto que siento en mi corazón y ahora se los traigo, sea acogido por ustedes y si quieren hacerme llegar algún mensaje o sugerencia puede hacerlo a mi correo: [email protected]
Cartica al Niño Dios
Primero de Diciembre de cada año que recuerdo, y siempre igual, mi casa se vestía, aún se viste de Navidad con sus guirnaldas verdes y moños rojos, la corona de pino con bombas de colores en la puerta, y todos los rincones de mi casa llenos de detalles que recuerdan que en la vida, siempre hay momentos bellos de vivir.
La mesa con su mantelito navideño, y en la chimenea, el viejo pesebre con sus ovejitas mordisqueadas por nosotros y el pobre San José decapitado, y pegado mil y una vez por las manos constantes de mi madre.
En la sala; el árbol verde viche, siempre del mismo verdor porque es de plástico, y porque le guardan celosamente en su caja cada año, para que la luz no acabe con su artificial imponencia de pino del Neusa. ¡Está tan florido! con sus bombas de vidrio y sus guirnaldas, que parece un caramelo y entran ganas de comérselo. A sus pies, la osita blanca con delantal verde y rojo; el perrito de peluche con sombrero de papá Noél y el canastico de las famosas cartas del Niño Dios ¡¡¡Benditas esperanzas!!!
Mi Madre decía siempre: vayan haciendo su cartica al niño Dios, porque ya casi es siete de Diciembre, el día de las velitas, y tendremos que quemar las carticas para que en el humo suban al cielo las listas de cosas que le han pedido este año. Nosotros cuatro nos hacíamos con papel y lápiz para iniciar la interminable y afamada lista de regalos. Claro estaba, que el niño Dios, mejor apodado como nuestro padre, no podía hacerse cargo de semejante listado de juguetes y otros pedidos adicionales.
Era el momento de intervenir mi madre, recordándonos todas y cada una de las pilatunas, daños y estropicios que habíamos cometido, y que el niño Dios, sabía mejor que nadie. Con lo cual, esa carta inicial, se reducía considerablemente en un segundo, tercer y hasta cuarto papel. Una vez elaborada la cartica definitiva, la dejábamos en el canastico hasta el día de las velitas.
Sin embargo, nuestros viejos ya habían realizado el espionaje de las susodichas cartas, y habían tomado buena nota de las peticiones, recordándonos muy sutilmente, que como había tantísimos niños en el mundo, quién sabe si al Niño Dios, y a Papá Noel que siempre lo ayudaba en las entregas, les alcanzarían los regalos, y tendrían que traer a cambio, otros muy parecidos, que en realidad, eran unos sucedáneos más baratos, y total, eran los mejore, para el trágico fin que solían tener en nuestras manos.
Especialmente, en las mías y las de mi hermano Carri. Porque, ¡Qué chinitos tan dañinos!
Más se tardaba el pobre Niño Dios en hacer mil maromas surcando el cielo del mundo, para venir a nuestra casa el día de noche buena y dejarnos nuestros regalos; que los pobres juguetes estar hechos una miseria en cuestión de días, incluso a veces, de horas. Pero eso sí, el día de las velitas, éramos los más pulcros, considerados y perfectos niños que el mundo haya visto. Muy limpiecitos, obediente, y ataviados con faroles y velitas, que nos traía mi papi; ayudábamos por la noche a organizar las ventanas para que se vieran las hermosas luces de las velas y los faroles, iluminando nuestra casa. Después vendría la ceremonia solemne de la quema de las carticas, en donde nos preocupábamos por qué no quedara ni un pedacito de papel sin quemar, ya que no subiría al cielo completa nuestra lista.
Contemplábamos con nuestros padres las ventanas de las demás casas y la nuestra, por supuesto, que consideramos siempre la más bonita, y a eso de las nueve de la noche, a la camita, porque mi mami, ya nos había dado de comer, uno por uno, sentándonos sobre una esquina de la mesa, y haciéndonos tomar toda la nutritiva avena, que a Carri y a mí nos caía tan gorda, pero que a Michín y Vitico, les encantaba, ¡¡¡los muy traidores de la causa en contra de la afamada Avena Quaquer!!!, para que luciéramos, colorados y cachetones como el gordito fofo que la caracteriza en su publicidad.
Terminaba un día inolvidable para nosotros cuatro, y continuaban los días de la novena de aguinaldos, que todavía rezamos, aunque las cosas y la vida hayan cambiado y muy a pesar de los nuevos allegados a nuestra familia. Así, que todos esos días hasta el 24 de Diciembre, eran días de novena, mazatico, buñuelos, ariquipe, melcochas, idas y venidas. Mi madre nos cosía ropita muy bella para vestirnos los días de Navidad y año nuevo, y la verdad, esos días se pasaban volando. ¡Bendita carta del niño Dios! cuantas ilusiones y esperanzas que nuestros padres hicieron realidad, pero sobre todo, por la ternura y alegría con que siempre nos han tratado. Ya no le escribimos al niño Dios, pero en nuestro pensamiento siempre enviamos una listica de cosas al cielo para cada Navidad. Hoy recuerdo, y añoro esos días de mi feliz infancia, junto a los seres más entrañables que hay sobre la tierra.
Zandra Montañez Carreño
C.C. Nº 51.715.995 de Bogotá.
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