Por los caminos del Señor: Domingo de Ramos
Por el Padre JUAN TRIVIŇO /ST.- Apreciados lectores. Paz y Bien. Estamos abriendo la Semana Mayor como la llamamos todos los católicos y así abrimos también nuestro corazón y nuestra vida completa para acompañar a nuestro REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES, en su enseñanza más clara de amor por nosotros.
Que este acompañar, no sea un compromiso social sino un acompañar de vida y que al contemplar todo lo que hizo por nosotros; seamos capaces de sensibilizarnos y llegar al punto de decirle gracias JESUS, y aquí estoy para hacer tu voluntad, de tal manera que si he venido caminando sin acordarme de esto, pues retomo mi camino y me concientizo para que transformando mi vida pueda ser testigo de Cristo Resucitado y que ahora está vivo en mi vida porque lo muestro con mi testimonio de mi nueva vida a causa de mi conversión por la vivencia de mi semana mayor.
Te invito que retomemos nuestro caminar y aprovechemos esta semana que nos regala nuestra Santa Madre Iglesia a nosotros sus hijos para que nos llenemos nuevamente de todo lo que Dios ha tenido, tiene y tendrá para nosotros porque siempre será un regalo espiritual que transforma y se hace vida en nuestra vida cotidiana.
DOMINGO DE RAMOS
El Domingo de Ramos o de Pasión es la puerta que nos introduce en la Semana Grande del calendario litúrgico, La Semana Santa. Proclamamos el relato de la Pasión de Jesús.
Son muchos los personajes descritos, todos tienen su papel, todos toman sus decisiones y todos son necesarios. Tu nombre, y el mío, están también escritos en este relato. Hasta el burro tuvo sus quince minutos de gloria. Su problema fue que se creyó el protagonista del día y quiso seguir siéndolo el día después tanto que su mamá lo puso en su sitio y le dijo: sin ÉL eres sólo un burro.
¿Quién es ese ÉL? Ese Él es Jesús, el Señor, el Salvador.
Ese Él es el que nos ha reunido aquí, el que sigue haciendo camino con nosotros, el que nos abre los ojos y nos enseña a vivir como hijos del Padre y como hermanos.
Ese ÉL es conocido por muchos y seguido por pocos. Muchos lo admiramos, pocos lo imitamos.
Ese ÉL es el que fue crucificado por Poncio Pilato, el que no liberó a los judíos de la opresión del imperio romano y fue crucificado por Caifás y por todos los desilusionados porque no había redimido a Israel. No quiso deshacer nuestras decisiones, no vino a eclipsarnos, vino a enseñarnos a ser libres como ÉL lo fue y en libertad aceptarlo o negarlo.
Religión y violencia han convivido siempre. Matrimonio que aún persiste en nuestros días en muchos países. A nosotros no nos salva la muerte cruenta de Jesús, nos salva su amor llevado hasta el límite.
En este Domingo de Ramos, de gloria y aparente triunfo, proclamamos el relato de la Pasión, pasión-amor y Pasión-cruz para recordarnos que “El Reino de Dios significa la eliminación de toda forma de violencia entre los individuos y las naciones”. Simone Weil
Vivimos tiempos de violencia estatal y guerra fratricida, violencia y alianza perversa de los estados y de las religiones. La guerra en nombre de Dios es más intolerable que cualquier otra.
Nosotros los que celebramos a Jesús, Mesías humilde y pacífico, y seguimos de lejos sus huellas tenemos que denunciar toda violencia y especialmente la que tiene su raíz en la religión que quiere imponerse por la fuerza y eliminar todas las demás religiones.
No podemos matar la esperanza y el amor por el egoísmo y el protagonismo humano.
Domingo de Ramos, Domingo de Pasión, puerta abierta a la alegría y al compromiso cristiano, nunca al aburrimiento de los que ya se saben el principio y el final de la historia y no esperan casi nada de Él.
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