Canadá. Francisco exhorta a custodiar la historia para construir un futuro mejor
En la prima Misa que celebra de manera publica en este viaje apostólico el Santo Padre reflexiona con la imagen de San Joaquín y Santa Ana para enaltecer la herencia que la sociedad recibe de los abuelos.
Por Johan PACHECO / Vatican News.- La “peregrinación penitencial” del Papa Francisco tuvo este martes, 26 de julio, una estación en el Commonwealth Stadium, de Edmonton (Canadá), para la celebración de la Eucaristía en la fiesta litúrgica de San Joaquín y Santa Ana: “abuelos de Jesús”, exhortando a “ser hijos de una historia que hay que custodiar” y “artesanos de una historia que hay que construir”.
El Santo Padre fue recibido calurosamente por más de 50,000 fieles, dando un recorrido con el papamóvil, saludando y bendiciéndoles. Participaron también autoridades civiles, y miembros de las comunidades indígenas canadienses, a quienes dirige de manera especial este viaje apostólico.
“En la casa de Joaquín y Ana, el pequeño Jesús conoció a sus mayores y experimentó la cercanía, la ternura y la sabiduría de sus abuelos”, dijo el Pontífice en su homilía.
Una historia que hay que custodiar
El primer aspecto al que refirió Francisco en su reflexión fue: “Somos hijos de una historia que hay que custodiar”.
Comentó el Pontífice que “no somos individuos aislados, no somos islas, nadie viene al mundo desconectado de los demás. Nuestras raíces, el amor que nos esperaba y que recibimos cuando vinimos al mundo, los ambientes familiares en los que crecimos, forman parte de una historia única que nos ha precedido y nos ha generado”.
También recordó el Papa que esta historia “no la elegimos, sino que la recibimos como un regalo; y es un regalo que estamos llamados a custodiar”. Y con ello hizo referencia al libro del Eclesiástico: «la descendencia» de los que nos han precedido, su «rica herencia» (Si 44,11).
Y agradeció con afecto a los abuelos porque gracias a ellos muchos logran conocer la fragancia del Evangelio y la fe de una familia doméstica:
“Gracias a nuestros abuelos recibimos una caricia de parte de la historia que nos precedió; aprendimos que la bondad, la ternura y la sabiduría son raíces firmes de la humanidad. Muchos de nosotros hemos respirado en la casa de los abuelos la fragancia del Evangelio, la fuerza de una fe que tiene sabor de hogar. Gracias a ellos descubrimos una fe familiar, doméstica; sí, porque la fe se comunica esencialmente así, se comunica “en lengua materna”, se comunica a través del afecto y el estímulo, el cuidado y la cercanía”.
El Papa exhortó a custodiar esta historia a la que pertenece cada persona, cada familia, de la que es heredero: “somos hijos porque somos nietos. Los abuelos imprimieron en nosotros el sello original de su forma de ser, dándonos dignidad, confianza en nosotros mismos y en los demás”, dijo.
San Joaquín y Santa Ana
Del amor de los abuelos y el testimonio de San Joaquín y Santa Ana, el Papa invitó a vivir un amor puro en la familia que no se impone, ni despoja de liberta al otro.
“De esta manera Joaquín y Ana amaron a María; y así es como María amó a Jesús, con un amor que nunca lo asfixió ni lo retuvo, sino que lo acompañó a abrazar la misión para la que había venido al mundo”.
“Tratemos de aprender esto como individuos y como Iglesia -expresó el Papa Francisco-: no oprimir nunca la conciencia de los demás, no encadenar jamás la libertad de los que tenemos cerca y, sobre todo, no dejar nunca de amar y respetar a las personas que nos precedieron y nos han sido confiadas, tesoros preciosos que custodian una historia más grande que ellos mismos”.
Una historia que hay que construir
El segundo aspecto al que dedicó el Papa en su reflexión fue: “artesanos de una historia que hay que construir”. Dirigiendo su meditación hacia el futuro que se dejará a las futuras generaciones: ¿qué tipo de sociedad quieren construir?
“Hemos recibido tanto de manos de los que nos han precedido, ¿qué queremos dejar en herencia a nuestra posteridad? ¿Una fe viva o al “agua de rosas”, una sociedad basada en el beneficio individual o en la fraternidad, un mundo en paz o en guerra, una creación devastada o un hogar todavía acogedor?”
Haciendo referencia al Evangelio proclamado en la Misa dijo el Papa:
“En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús dice a los discípulos que son dichosos porque pueden ver y oír lo que tantos profetas y justos desearon ver y oír (cf. Mt 13,16-17). Efectivamente, muchos creyeron en la promesa de Dios de la venida del Mesías, le prepararon el camino y anunciaron su llegada. Sin embargo, ahora que el Mesías ha llegado, los que pueden verlo y oírlo están llamados a acogerlo y anunciarlo”.
De esta manera, el Pontífice, enfatizó que “nuestros predecesores nos transmitieron una pasión, una fuerza y un anhelo, un fuego que nos corresponde reavivar”.
“Nuestros abuelos y nuestros mayores -dijo Francisco- deseaban ver un mundo más justo, más fraternal y más solidario, y lucharon por darnos un futuro. Ahora, nos toca a nosotros no decepcionarlos”.
Finalmente pidió que la intercesión de San Joaquín y Santa Ana, para “que nos ayuden a custodiar la historia que nos ha generado y a construir una historia generadora. Que nos recuerden la importancia espiritual de honrar a nuestros abuelos y mayores, de sacar provecho de su presencia para construir un futuro mejor”.
“Un futuro -reiteró el Papa- en el que no se repita la historia de violencia y marginación que sufren nuestros hermanos y hermanas indígenas”.