El Papa a sacerdotes: no ignorar la historia de las comunidades, amar gratuitamente
CIUDAD DEL VATICANO.- Siguiendo el ejemplo de la paternidad de San José, Patrono de la Iglesia Universal, el sacerdote está llamado a ser un custodio atento y listo para cambiar, según lo que la situación requiera; a no ser “monolítico“, rígido y como enyesado en un modo de ejercer el ministerio, que quizás sea bueno en sí mismo, pero que no es capaz de captar los cambios y las necesidades de la comunidad. Son las palabras del Papa Francisco en su discurso entregado al Pontificio Colegio Belga con motivo de su 175° aniversario.
“El nuevo párroco debe amar primero a la comunidad, gratuitamente, sólo porque ha sido enviado a ella; y poco a poco, amándola, la conocerá a fondo y podrá contribuir a encaminarla por nuevos senderos”: es un ejemplo concreto, puesto en evidencia por el Santo Padre Francisco, de la “identidad de pastor y del modo de ejercer la paternidad” que enseña San José, maestro de vida espiritual y de discernimiento.
Al recibir con motivo del 175° aniversario a miembros del Pontificio Colegio Belga, que tiene como patrono al “Custodio del Redentor” y del cual fue alumno San Juan Pablo II, el Papa Francisco entregó su discurso, centrado, precisamente, en la paternidad de San José, tema principal de su Carta Apostólica Patris corde, en la víspera de su Solemnidad, este 19 de marzo.
No ignorar la historia de las comunidades
En primer lugar – dijo el Santo Padre – San José es un padre que acoge: “superada toda rebelión y dejando a un lado sus legítimos planes personales, amó y acogió a María y a Jesús, una esposa y un hijo muy diferentes de la visión de la vida familiar que él podía desear, pero por ello tanto más apreciados y amados por él”. En otras palabras, – añadió – José no buscó explicaciones para la sorprendente y misteriosa realidad a la que se enfrentaba, sino que la acogió con fe, amándola tal como era.
Es en ese sentido, según el Papa Francisco, que San José es un maestro de vida espiritual y de discernimiento, y así, se lo puede invocar para que “libere de las ataduras de demasiadas reflexiones en las que a veces acabamos perdiéndonos, incluso con las mejores intenciones”. Es el ejemplo concreto, nombrado más arriba, del sacerdote que llega a “una nueva parroquia”: el párroco llega a una comunidad que “le preexiste”, que “tiene su propia historia, hecha de alegrías y de heridas, de riquezas y de pequeñas miserias”. No puede ser ignorada en nombre de ideas y de planes pastorales personales que uno no ve la hora de aplicar, dice el Pontífice.
De ahí la recomendación del Papa a “amar primero a la comunidad, gratuitamente, sólo porque ha sido enviado a ella”, porque así, “poco a poco, amándola, la conocerá a fondo y podrá contribuir a encaminarla por nuevos senderos”.
Saber hacerse servidores de todos
La actitud del pastor es puesta de manifiesto en la segunda parte del discurso del Santo Padre: San José – expresó – es un padre que custodia, y esa es una tarea que vivió “con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aún cuando no comprende”. También con “atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio”.
Para todo sacerdote que se inspira en la paternidad de San José, custodiar “significa amar con ternura” a quienes les han sido confiados, “pensar ante todo en su bien y en su felicidad, con discreción y con perseverante generosidad”. Se trata de “una actitud interior” que lleva a “no perder nunca de vista a los demás”, evaluando “cada vez” cuándo hay que retirarse y cuándo hay que hacerse próximos, y manteniendo siempre “un corazón vigilante, atento y orante”, como el del pastor, que nunca abandona a su rebaño: “se coloca en una posición diferente en relación a él según las necesidades concretas del momento: adelante para abrir el camino, en medio para alentar, atrás para recoger a los últimos”.
Un sacerdote está llamado a esto en su relación con la comunidad que le ha sido confiada, es decir, a ser un custodio atento y listo para cambiar, según lo que la situación requiera; a no ser “monolítico”, rígido y como enyesado en un modo de ejercer el ministerio que quizás sea bueno en sí mismo, pero que no es capaz de captar los cambios y las necesidades de la comunidad.
Cuando un pastor ama y conoce a su rebaño, “sabe hacerse el servidor de todos”, recuerda el Papa Francisco: no se pone a sí mismo y a sus propias ideas en el centro, sino el bien de aquellos a los que está llamado a custodiar, evitando las tentaciones opuestas de la dominación y la despreocupación.
Es necesario “saber soñar” con la comunidad que se ama
Siguiendo el ejemplo de San José, “padre que sueña”, en el sentido que “sabe mirar más allá de lo que ve”, también para los sacerdotes “es necesario” saber soñar “con” la comunidad que se ama, no limitándose a querer conservar lo que existe, puesto que “conservar y custodiar”, advierte el Papa, “no son sinónimos”. Se trata de mirar “con mirada profética” sabiendo “reconocer el plan de Dios donde otros no ven nada”, con una “meta clara” hacia la cual tender.
San José supo ver en María y en Jesús no sólo a una joven esposa y a un niño: siempre vio en ellos la acción de Dios, la presencia de Dios. Así, velando por la fragilidad del Niño y de su Madre, José miró más allá de sus deberes de padre de familia y, prefiriendo creer en Dios más que en sus propias dudas, se ofreció a Él como instrumento para la realización de un plan más grande, en un servicio prestado en el escondimiento, generoso e incansable, hasta el silencioso final de su propia vida.
Por todo ello el Papa exhorta al “deber” de “estar dispuestos”, a partir de la historia concreta de las personas, a “promover la conversión y la renovación en sentido misionero, y a hacer crecer una comunidad en camino, formada por discípulos guiados por el Espíritu e impulsados por el amor de Dios”.
En el año dedicado a San José, por último, el Obispo de Roma invita a los sacerdotes a “redescubrir de modo particular en la oración la figura y la misión de san José, dócil a la voluntad de Dios, humilde autor de grandes empresas, siervo obediente y creativo”.
“Les hará bien poner a ustedes mismos y a sus vocaciones bajo su manto y aprender de él el arte de la paternidad, que pronto serán llamados a ejercer en las comunidades y en los ámbitos y servicios ministeriales que les serán confiados.”