LOS AÑOS CON LAURA DÍAZ (Carlos Fuentes. Alfaguara, 1999)
Por ROXANA ORUE /CRITICA LITERARIA.- Carlos Fuentes, panameño de nacimiento y mexicano de nacionalidad. Ha tenido una vida cosmopolita desde su niñez, en la que su padre -diplomático de profesión- lo llevara a residir en varias ciudades latinoamericanas. No obstante, México siguió siendo el terruño al que volvía siempre, el palpitar de su corazón. Ha escrito novelas, relatos, cuentos, ensayos, teatro, libretos de ópera y guiones para películas, obra por la cual ha recibido el Premio Rómulo Gallegos, el Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias, entre otros.
Los años con Laura Díaz es una obra monumental, de temática global y estilo altamente sofisticado, no apta para los que recién incursionan en la literatura. Contrariamente a lo que el título sugiere, la vida de Laura Díaz no es su objetivo principal, diría más bien que es su pretexto. La obra trata de la historia de México, a la vez que presenta el retrato de sus encrucijadas, desde inicios del siglo pasado hasta comienzos de los setenta.
La obra es global o total porque aborda la complejidad de una sociedad en varios aspectos, a saber: sus luchas políticas, su producción cultural y su relación con los eventos internacionales más relevantes de la época; además -como si esta pretensión fuera poca- se sumerge en la vida de una mujer para hilar esos hechos. El autor ha declarado que parte de la obra se inspira en la historia de su familia; es decir que maneja tres enfoques al mismo tiempo: el social, el familiar y el individual.
Se ha dicho que la novela está escrita tratando de rescatar el punto de vista femenino ante el acontecer mexicano, planteamiento que no me resulta convincente. Laura Díaz está allí, a mi entender, porque su presencia facilita los contactos sociales y políticos sobre los que Carlos Fuentes quiere hablar. Podríamos decir, sin embargo, que un protagonista hombre hubiera podido también cumplir este rol. ¿Por qué entonces eligió a una mujer? ¿Porque el autor buscaba una mirada externa y le resultaba más fácil apartar a una mujer de los eventos socio-políticos e históricos? ¿Porque una mujer se presta más a representar al ser que observa, siente, se confunde y reacciona ante esos hechos?
Lo cierto es que Laura Díaz escuchará hablar de Pancho Villa y de Emiliano Zapata, tendrá un hermano que morirá joven en defensa de sus convicciones políticas; se casará con un líder del movimiento obrero revolucionario, tendrá un amante español -representante de la República Española en México- que participó en las batallas de invierno de 1937 en el Jarama – uno de los episodios más célebres de la guerra civil española–, trabajará para Diego Rivera y Frida Kahlo, se relacionará con víctimas de la persecución macartista –negro capítulo de la historia de Estados Unidos que se desarrolló entre los años 1950 y 1956-, amará a un estadounidense residente en México que al parecer no puede vivir en su país de origen por las razones que acabamos de mencionar, etc. ¡Qué conversaciones no escuchara la protagonista provenientes de los fundadores y dirigentes del sindicalismo obrero, de los inmigrantes españoles que huían del régimen franquista, y de artistas e intelectuales mexicanos, entre otros!
Dada la importancia que Carlos Fuentes le da al aspecto cultural, Laura no basta para introducirlo en la trama. De modo que el autor, aprovechando el poder del narrador omnisciente, se encarga de enfocar y ensalzar la cultura: aparece la música, la poesía, el cine, la novela, la pintura, el teatro, la fotografía; todos acompañados de nombres o títulos concretos que el autor se encargará de hacernos conocer o recordar.
No faltarán reflexiones sobre el papel de la iglesia católica y recriminaciones a ésta; el repudio a la Alemania nazi, referencias a filósofos reconocidos mundialmente como Husserl y algunos de sus discípulos, la denuncia de la masacre de jóvenes estudiantes acaecida el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, pinceladas de la idiosincrasia mexicana; en fin, una novela de nunca acabar, escrita en seiscientas densas páginas.
El estilo literario de la novela no es menos grandioso. Dentro de las técnicas más conocidas en la literatura encontramos: la recopilación, la repetición, la circularidad (vuelve a los comienzos) y la intertextualidad (por ejemplo, en la obra aparece Artemio Cruz). Menos comunes serán los momentos deslumbrantes en que el autor parece olvidarse de que está narrando y se desliza hacia el campo poético inadvertidamente. Bellísimos relámpagos.
Aparte de las referencias que venimos de nombrar, no hay nada normal en la novela, lo más simple de la obra ya es complejo: la intriga. Es obvio que Carlos Fuentes tiene un objetivo detrás de cada historia, tan obvio como que no quiere decírnoslo. Lo oculta, se empeña en que no sea claro. Preguntará, volverá a cuestionar y regresará sobre las interrogantes; pero no les dará respuesta. ¿Qué estas pueden leerse entre líneas? Es posible. Entonces habrá que leer tres veces este libro para encontrarlas, no menos. No hay reseña que pueda alcanzarlo, es una novela podría servir como tema de muchas tesis doctorales.
Acerquémonos ahora a lo más sofisticado. La novela cuenta con veintiséis capítulos, digamos veinticuatro ya que el primero y el último actúan como prefacio y epílogo respectivamente. Cada uno de ellos está titulado con el nombre de un lugar –de los cuales solo dos se repiten- y una fecha. Esto es lo que en literatura se ha dado por llamar cronotopo (crono viene de tiempo y topo de espacio), término extrapolado de la física, y que es –por decirlo de una manera simple- una manera de organizar la narración, se escoge un lugar y un tiempo para enmarcar los hechos.
Esta aproximación que pudiera parecer inocente tendría con Carlos Fuentes una explotación completa. Para ilustrar esto propongo como ejemplo el capítulo XVII en el que Laura romperá definitivamente con el gran amor de su vida. Sucede en Lanzarote, una isla del archipiélago canario en España, lugar al que Laura tiene que viajar cruzando el océano Atlántico. ¿Para qué tanto esfuerzo? ¿por qué no una ciudad de España si de ir al otro continente se tratara? … Para darnos soledad, para aislarnos, para que con solo ver a Laura pisar ese lugar, ya sintamos incomunicación y desamparo, sin saber ni siquiera lo que va a suceder. Las metáforas inundarán los primeros párrafos de ese capítulo, y aunque no estemos seguros de a qué se están refiriendo, el agobio entrará en nosotros y sabremos que algo hondamente doloroso está por pasar. Ellas se referirán a cambios históricos y a cambios en la naturaleza cuando tal vez desean aludir a las transformaciones de este hombre (cronotopo de la metamorfosis). Imposible que nuestras emociones permanezcan neutras. El autor tiene demasiados recursos para impedirlo.
Finalmente subrayaré el concepto de la mimesis que caracteriza a toda la obra. La mimesis es un modo de abordar la realidad la cual, aunque parezca ser una, puede atraparse de muchas maneras. En la mimesis la realidad no se captura textualmente, se crea una nueva realidad que se parece a la original para hablar de esta. La realidad, así, puede ser creada a partir de una teoría, de un cuadro, de una película, etc. Veamos algunos ejemplos. Los dos hijos de Laura recorrerán caminos opuestos en sus vidas, uno se dedicará al arte y el otro a los negocios. A mediano y a largo plazo ambas opciones resultarán en mundos diferentes. Esto que parece ser simplemente la vida de dos personajes, apostaría a que tiene otros mensajes. Creo que ellos simbolizan la pugna de dos visiones del mundo por las que los jóvenes mexicanos tenían que optar. No doy otros detalles para no develar más la trama, pero si leen el libro observen los que esas vidas podrían estarnos diciendo de ambos enfoques. Hay muchos más ejemplos, y a veces más evidentes, como es el caso de un sacerdote que lleva en él todos los males que se le atribuyen a la iglesia católica; el caso del esposo de Laura que representaría al movimiento obrero y sus dilemas; el caso de Laura misma cuando se dedica a la fotografía y nos muestra a través de esta las partes más crudas de la sociedad mexicana. Es decir, que se habla de la historia de México en dos niveles: el que menciona los hechos de la Historia –nivel que ocupa poco espacio en la obra- y el que está implícito en la vida de cada personaje.
O todo esto es producto de mi imaginación, o Carlos Fuentes es un genio de la literatura.