Por los caminos del Señor: 11 síntomas de que tu comunidad se está enfermando de sectarismo (I Parte)
Por el Padre JUAN TRIVIŇO/ ST.– Queridos lectores. Paz y Bien. Dios los bendiga abundantemente. Quiero compartir con ustedes este artículo interesante y formativo para todos los que practicando nuestra fe y con nuestra pertenencia a alguna comunidad, vale la pena reflexionar sobre los peligros que podemos correr en nuestra comunidad eclesial. Son cuatro secciones y espero que tengamos un conocimiento real de esta situación y por ello te pido que no te pierdas estas cuatro secciones.
11 síntomas de que tu comunidad se está enfermando de sectarismo
Primero: ningún ambiente de adulación constante es saludable para el ser humano
Lo sé, lo sé, el título no es nada alentador, pero déjenme explicarles por qué creo que responde correctamente a la realidad que quiero tratar. Vivimos un tiempo muy duro para toda la Iglesia, un tiempo de dolor y vergüenza por distintos tipos de escándalos: sexuales, económicos, políticos, etc.
Estoy casi seguro de que cada uno puede recordar un hecho triste sobre la Iglesia, un sacerdote o comunidad, que lo ha afectado de manera personal y espiritual. No quiero sonar demasiado dramático; este, paradójicamente, también es un tiempo de enorme esperanza, lleno de signos hermosos que nos envía el Espíritu Santo y eso es innegable.
Sin embargo, para distinguir el trigo de la cizaña hay que ensuciarse las manos. Hay que evaluar, reflexionar, dar un nombre y poner en la oración, aquellas cosas que le hacen mal a la Iglesia, con la esperanza de poderlas cambiar y así renovar nuestro testimonio de auténticos discípulos de Cristo.
Dicho esto, me interesa hablar de las comunidades religiosas, laicales o parroquiales que, de distintos modos y por distintas razones, muchas veces sin la plena consciencia de sus miembros y por el seguimiento acrítico de un líder carismático, empiezan a encerrarse en sí mismas hasta el punto de perder —en la práctica— la riqueza, la sabiduría, el consuelo y el acompañamiento que implica su pertenencia a la Iglesia.
Así llegan a desarrollar, casi como una enfermedad, características de estilo sectario: fanatismo, intransigencia, rigorismo, victimización institucional, egocentrismo, triunfalismo, idealización de las autoridades, voluntarismo,… y la lista podría continuar.
Lamentablemente, no son pocas las comunidades que en la actualidad se han contagiado de esta enfermedad y le han hecho un grave daño a toda la comunidad eclesial y a las personas que, directa o indirectamente, han perdido la fe por su pobre testimonio cristiano.
Sin contar las comunidades que ya han sido investigadas y en este momento se encuentran en un proceso de sanación y acompañamiento, actualmente la Iglesia investiga a más de una docena de fundadores y evalúa la calidad de la vida religiosa de las comunidades que iniciaron. Así están las cosas.
¿A qué voy con todo esto? Pues a que la cosa no parece un problema aislado ni una infeliz coincidencia. Algo está pasando.
Para ser completamente sincero, no es un argumento del cual me sea fácil hablar, pero creo que las reflexiones que vendrán a continuación —muy personales, por cierto— pueden dar algunas luces para que cada uno haga un examen de conciencia y evalúe si su comunidad, parroquia o movimiento, ha comenzado a experimentar alguno de los siguientes síntomas:
- Los ángeles no son santos
Así de simple: los ángeles no son santos. Y cuando un ser humano comienza, por iniciativa propia o por estupidez de quienes lo rodean, a llenarse de atributos angelicales, entonces no le hacemos ningún favor creyéndolo un santo. ¿Por qué? Simplemente porque no lo es. Es un ser humano pecador como cualquier otro que necesita el sostén y el aliento de la gracia y de sus hermanos.
A través de una alabanza que no le corresponde, no hacemos otra cosa sino allanar el terreno para que el demonio engañe y subyugue a esa persona. Ojo, nadie niega que estos hermanos puedan ser personas muy virtuosas y abnegadas. El punto es que ningún ambiente de adulación constante es saludable para el ser humano.
El mismísimo Papa nos recuerda sin descanso que él también es un pecador y que necesita de nuestra oración. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué no son pocas las personas que se asustan cuando el Papa dice algo así? ¿Acaso no nos faltará un poco de más de realismo cristiano?
Si en tu comunidad existen hermanos o autoridades tratados casi como objetos de devoción, cuyas palabras son como páginas del Evangelio que llueven desde el cielo, es importante tener cuidado y ser muy conscientes de que el demonio se aprovecha de estas situaciones para tejer sus redes.
Ojo, seguramente esta persona es muy buena y dice cosas muy ciertas, nadie lo niega, ¡por algo tiene un puesto de servicio importante, ¿no?! y no se trata de buscarle pecados o yerros a partir de ahora, se trata de saber que los tiene, que necesita consejo y compañía, que está tan necesitado del perdón y de la Gracia de Dios como lo estamos tú y yo.
Aunque te duela, si crees sinceramente que se equivoca o que está abusando de su autoridad, corrígelo con humildad; es decir, ámalo.