Por los caminos del Señor: “Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24,12) III Parte
Por el Padre JUAN TRIVIŇO / ST.- Apreciados Lectores. Paz y bien. Estamos en un buen tiempo para nuestra vida de creyentes dentro de la vida Católica. Tiempo cuaresmal es decir de seguir los mismos cuarenta días de preparación que vivió nuestro maestro Jesús y que con ese camino recorrido nos abrió las puertas de purificación en nuestra vida, de tal manera que nunca perdamos el camino hacia la pascua que será nuestra propia resurrección porque afianzaremos nuestra fe y seremos testigos propios y sincero de lo que creemos, vivimos y sentimos.
Vamos a reflexionar entonces sobre el mensaje de nuestro Papa Francisco, que nos ha enviado para todos nosotros durante el tiempo cuaresmal de este año 2018. Lo vamos a dividir en tres secciones para que lo podamos leer y reflexionar despacito y sustancioso como para que sintamos el regalo espiritual de nuestro papa para todos sus hijos.
En él, el Pontífice advierte de la cantidad de “hombres y mujeres” que “viven como encantados por la ilusión del dinero” y “que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos”. Una de las recomendaciones que hace es la de dar limosna, porque “nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano”. A continuación, el mensaje completo del Papa Francisco:
“Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24,12) III Parte
¿Qué podemos hacer?
Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades.
El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios.
Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos
El fuego de la Pascua
Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.
En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.
Vaticano, 1 de noviembre de 2017 Solemnidad de Todos los Santos… FRANCISCO.
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