Por los caminos del Señor: El valor de una madre soltera (PARTE II)
Por el Padre JUAN TRIVIŇO / ST.- Apreciados Lectores. Paz y bien. Estamos disfrutando del mes de mayo y de nuestra alegría para contemplar el valor de lo que tenemos en la tierra y en el cielo. UNA MADRE. Ahora finalizaremos el mes con mina reflexión especial, llena de verdad, realidad y ternura que terminara diciendo TE AMO MAMA. Disfrutemos y anidemos en nuestros corazones la sensibilidad de nuestros sentimientos. Dios esta y camina con nosotros… Amen, Así sea
EL VALOR DE UNA MADRE SOLTERA
Sería muy triste, pero ocurre, que la madre soltera se sienta despreciada o marginada en la parroquia, o note a su alrededor un extraño vacío y una continua actitud de críticas y de incomprensiones hacia ella.
Juan Pablo II denunciaba este desprecio como una forma grave de discriminación. “Además, todavía hoy, en gran parte de nuestra sociedad permanecen muchas formas de discriminación humillantes que afectan y ofenden gravemente a algunos grupos particulares de mujeres como, por ejemplo, las esposas que no tienen hijos, las viudas, las separadas, las divorciadas, las madres solteras” (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 24). Ningún católico que lo sea de verdad puede caer en actitudes que impliquen ofender o despreciar a una madre soltera.
Hemos de recordar que lo propio de quien sea de verdad cristiano será precisamente apoyar a quien lo necesita con oraciones, con simpatía, con consejos prudentes y respetuosos, o simplemente con un “para lo que se ofrezca, llámame”.
El gesto valiente de la mujer que ha dicho sí a la vida de su hijo es tan grande que merece el máximo respeto y apoyo de todos los que formamos de alguna manera parte de la Iglesia. Por eso es hermoso ver a grupos de familias y de personas competentes (médicos, pediatras, educadores) que ponen en marcha centros de asistencia para acompañar a las madres solteras. Pero allí donde no existan esos centros, el apoyo sincero de todos en la parroquia, el afecto, la cercanía, y, sobre todo, el amor (algo mucho más profundo que el respeto) serán un auxilio excelente para la nueva mamá y para su hijo.
La ayuda, desde luego, debe ser integral. Como dijimos al inicio, hay que velar y ayudar a la mujer para que pueda insertarse plenamente en la vida social. A veces será una ayuda que le permitirá completar sus estudios. Otras veces será buscar medidas concretas para que pueda trabajar y mantenerse ella misma y a su hijo.
Pero lo más profundo es siempre la ayuda espiritual. La madre soltera necesita sentirse acogida por Dios, sentirse amada, especialmente cuando descubre a su alrededor actitudes de condena o de rechazo.
La acogida de Dios se experimenta sobre todo en los sacramentos. La confesión será un momento hermoso de encuentro con Cristo, el Salvador que no condena, sino que permite recuperar la propia dignidad y sentir el amor profundo del Padre. La Eucaristía se convierte en una necesidad, en la que la recepción digna del Cuerpo de Cristo llega a ser el alimento y la fuerza ante las dificultades que todos afrontamos cada día. La oración, personal o comunitaria, se convierten en un momento maravilloso para poner delante de Dios las penas y las alegrías, los problemas y la gratitud ante tantos dones. La cercanía de otros creyentes verdaderos, esos que no condenan sino que apoyan y acogen, será un bálsamo profundo que permite vivir en la propia comunidad parroquial como en casa, sin condenas quisquillosas.
La madre soltera puede también recurrir a la Iglesia celestial, y recordar a mujeres heroicas del pasado que dijeron sí a la vida del hijo.
Hay un ejemplo muy hermoso: el de Ana Velázquez. Ella fue madre soltera de uno de los primeros santos de América, san Martín de Porres. A ella se había unido, sin casarse, Juan de Porres, que llegó a ser gobernador de Panamá. Por su orgullo, Juan no quiso formalizar su situación y tardó años en reconocer que Martín y otra hija nacida de Ana Velázquez eran sus hijos, aunque también es cierto que luego ofreció ayudas a la madre y a los hijos.
Ana, en los momentos más difíciles como “madre soltera”, mostró su amor sincero y completo a sus hijos. Ese amor, que viene de Dios, es uno de los ingredientes maravillosos con los que Dios bendijo la vida de san Martín de Porres, que seguro intercederá desde el cielo por tantas madres solteras que viven su amor materno en situaciones muy duras.
Es posible que una madre soltera encuentre más pronto o más tarde una puerta abierta a un matrimonio llevado según Dios, con un hombre dispuesto a acogerla a ella y al hijo con amor, sin reproches por el pasado. Otras veces, por desgracia muchas, la madre encontrará que su camino va a ser el de vivir en adelante como ahora, sin un sano amor que culmine en un matrimonio, y con un hijo a quien alimentar, vestir y educar.
En este segundo caso, volvemos a recordarlo, el apoyo de los hermanos de la fe es muy útil para afrontar la situación con más paz y con más esperanza. Pero sobre todo será la oración personal de la mujer, su confianza puesta en Dios, que la ama como bautizada, como madre muchas veces heroica, la que le permita mantener vivo, incluso aumentado, ese amor hacia el hijo.
También un día el hijo, cuando perciba toda la generosidad, toda la valentía, toda la fe de su madre, sabrá darle las gracias por tanto amor, y podrá mirar hacia su futuro con la seguridad que da el ver que la vida es siempre hermosa, que la cruz se puede llevar con mucha paz cuando Dios acompaña a cada uno de sus hijos en los mil vericuetos de la existencia humana…TE AMO MAMA… Fuente: Fernando Pascual.
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