Por los caminos del Señor: La visita de los Reyes Magos
Por el Padre JUAN TRIVIŇO.- Apreciados Lectores. Paz y bien. Mi saludo católico y de fe en este nuevo año litúrgico, ciclo C, que hoy iniciamos con el primer domingo de adviento, tiempo de espera y preparación espiritual y corporal; vivencia en familia para recibir con alegría al Rey del mundo. EL NIÑO JESUS. Nacido en el portal de Belén. Quiero decirles que durante estos meses de diciembre y enero, estaremos recibiendo unas historias de cuentos navideñas y año nuevo para que recordando esta sentimiento de nuestra vida, nunca dejemos que esta hermosa tradición se pierda en los laureles sino que anide y perdure en nuestras vidas de generación en generación y que estos momentos tan sensibles sigan despertando en la humanidad la necesidad de vivir en paz, alegría, sensibilidad, humanismo, compartir, dar, recibir besos y abrazos que todos necesitamos y escuchar un te quiero. Espero que esto que siento en mi corazón y ahora se los traigo, sea acogido por ustedes y si quieren hacerme llegar algún mensaje o sugerencia puede hacerlo a mi correo: [email protected]
La visita de los Reyes magos
El matrimonio era humilde, pero emprendedor. Luego de muchos sacrificios, pudieron hacerse de su casita propia, en una modesta urbanización construida en medio de lo que hasta poco antes había sido una vaquería. Para la década de los ’50 la ciudad de San Juan crecía exponencialmente.
La agricultura, herida de muerte, dejaba desamparados a cientos de campesinos que emigraban a la capital en busca de su supervivencia. Así surgieron los arrabales y se pobló el caño de Martín Peña, en la periferia de la ciudad, con casuchas a menudo hechas de cartón, maderas podridas y materiales desechados.
Los primeros en llegar al caño, pudieron asentar las zapatas de sus chozas en el babote de las orillas pantanosas. Esos eran los privilegiados. Las oleadas subsiguientes debieron resignarse a vivir en casuchas que como garzas, hundían sus patas en el agua ya pestilente por los desechos humanos de los primeros que llegaron allí. Conectaban entre sí sus tristes viviendas con endebles tablas que servían como puentes comunicadores de la miseria.
Pero el matrimonio de nuestra historia había corrido mejor suerte. Luego de trabajar y economizar hasta el último centavo, habían logrado unirse a una federación de empleados del gobierno insular “FEGI”. Así organizados, compraron entre todos una estrecha franja de terreno de una vaquería, muy cercana al caño, la dividieron en pequeños solares y construyeron sus humildes viviendas de cemento.
En ella residían desde finales de diciembre. Ahora, en el mes de enero, recibirían por primera vez a los Reyes Magos; la ilusión de sus dos hijos de cinco y seis años.