Por los caminos del Señor: Llantos y Emotividad
Por el Padre JUAN TRIVIŇO / ST.- En cuanto a la emotividad, llanto, temblores y otras manifestaciones, los carismáticos católicos tenemos la experiencia (ya de medio siglo) de que esas cosas forman parte del ser humano y de que Dios también actúa sobre la emotividad de los hombres.
Cuando un cristiano dice que Jesús es su Señor, lo reconoce también como Señor de su emotividad, igual que lo es de su intelecto, su espiritualidad o su vida familiar, económica, laboral y solidaria. Además, las lágrimas suelen verse como signos externos de transformación interna, y forman parte del proceso de sanación, o conversión.
Otro fenómeno que se da a veces es el llamado “descanso en el Espíritu”: el mismo cuerpo parece entregarse en contemplación o adoración y cae (al suelo, si nadie lo recoge). Es una experiencia relativamente común, que quienes la experimentan constatan que les aporta paz, cercanía a Dios y docilidad al Espíritu Santo.
Los grupos españoles, llenos de hermanos llegados de Hispanoamérica, suelen encontrar un punto medio que acomode las distintas sensibilidades con libertad. A los más expresivos se les pide un poco de contención, y a todos se les pide empatía y respeto por los sentimientos y los procesos de los hermanos. Hay que tener en cuenta que en el mismo grupo alaban y rezan juntos personas recién llegadas a la fe y cristianos maduros de muchos años.
La conexión protestante
Los estudiantes de Duquesne hace 50 años habían estudiado algo la experiencia de los protestantes pentecostales y de los carismáticos baptistas, metodistas o episcopalianos, y habían leído sus libros-testimonio clásicos La Cruz y el puñal y Hablan otras lenguas.
Una protestante carismática acudió a su retiro a contar su experiencia del Espíritu, y oró con ellos. Desde el principio, los carismáticos, en EEUU y en el resto del mundo, sintieron un llamado a trabajar con la unidad de los cristianos y a confiar en que el Espíritu Santo encontraría las vías para suscitar esa unidad.
En 2006 se celebró el centenario del nacimiento del pentecostalismo, que empezó en una destartalada iglesia de la calle Azusa de Los Ángeles en 1906. Junto con docenas de congregaciones pentecostales y carismáticas católicas, estaba Charles Whitehead, veterano líder de la Renovación Carismática Católica, y miembro del gabinete organizador del evento.
El hombre que encendió la llama en 1906 (avivada por el Espíritu) fue el pastor negro William Joseph Seymour, un predicador pobre, tuerto, hijo de esclavos. El predicador pobre y negro… bautizado católico
De bebé en Lousiana fue bautizado católico, detalle importante que las crónicas protestantes no siempre reseñan. Fue educado como baptista, se afilió al movimiento de holiness (santidad) del que surgirían muchos pentecostales, y en 1905 acababa de descubrir la doctrina del “bautismo en el Espíritu Santo” en un curso bíblico del pastor metodista Charles Parham.
Seymour predicó en Los Ángeles la necesidad de ser santo, como muchos otros. Pero añadía la necesidad de recibir el poder de Dios para evangelizar y hacer milagros, el “bautismo en el Espíritu Santo”, distinto e independiente del bautizo en agua. Este poder se obtendría entregándose a Dios, pidiendo ser bautizado en el Espíritu; a menudo, se obtendría si otros hermanos rezan imponiendo las manos sobre quien lo pidiese.
Hombres fornidos de todas las razas caían al suelo llorando, abrazándose, rezaban unos por otros, se pedían perdón mutuamente y a Dios. Unos rezaban en lenguas, otros anunciaban mensajes divinos, profecías. El fervor sincero y las conversiones auténticas se mezclaban a veces con timadores o aprovechados.
En el siglo XXIz; Ahora, medio siglo después, la Renovación Carismática ha crecido y está perfectamente integrada en la Iglesia, aunque hay quien dice que es la estructura eclesial la que no consigue dejarse “renovar”. Pero los desajustes son mínimos y tienen que ver, a menudo, con la escasez de clero y la abundancia de fieles.
En los cientos de miles de grupos surgen líderes laicos, y ya hay nietos que aprenden de la experiencia carismática de sus abuelos. Eso no siempre es bueno, porque la tentación de repetir lo de antaño casa mal con el Espíritu que “hace nuevas todas las cosas”.
Empieza a darse un clero que ha vivido y entiende la experiencia carismática. Y hay muchos elementos carismáticos que empiezan a establecerse en la vida parroquial con la normalidad de la cotidianidad: canciones, expresiones, grupos, formas de evangelizar, formas de rezar…
Pero en la Renovación insisten: siempre será necesario pedir, una y otra vez, que el Espíritu Santo se derrame con su fuerza y su poder, y ver el mundo desde el señorío de Cristo. Los carismáticos, como toda la Iglesia, cantan con insistencia: “Maranathá, ven, Señor Jesús”.
Muchas Gracias. Felicidades comunidad Carismática de la Arquidiócesis de Toronto. Padre Juan Trivino. Director Espiritual Comunidad carismática Hispana.