Toronto: Memorias y huellas migrantes del 2017
Por el Padre HERNAN ASTUDILLO.- En el lenguaje popular decimos que el tiempo pasa en un abrir y cerrar de ojos. Y en nuestra realidad migrante el tiempo se detiene con su rostro multifacético. Y nos sonríe, nos cuida, nos advierte y protege de las monstruosas páginas de las nuevas leyes de inmigración o en una pincelada de papeles escritos en las leyes de movilidad humana, que no pasan de ser libros alimentados por la gordura incompetente de miles de burócratas. El tiempo nos peina y en silencio mantiene nuestra memoria histórica en su secreto íntimo.
Con ternura inagotable sopla nuestros recuerdos inentendibles a la distancia. Quisiéramos acariciar la sonrisa pura de nuestros hijos a la distancia. Quisiéramos besar los pétalos puros de los labios resecos de nuestras amadas o amados. Quisiéramos saborear aquel pan amasado en familia. Quisiéramos escuchar el grito inquieto de nuestras pampas, valles, rios, valles, amigos y recuerdos impregnados en la memoria de la distancia. Pero no tenemos estatus para regresarnos.
Este 2017 se trenzó de sonrisas y melancolías en las agitadas sandalias de nuestra patria migrante. Lágrimas se desbordaron en los hombros de miles de personas que tuvieron la oportunidad de vivir experiencias de reunificación familiar. Niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos saborearon el encuentro de los suyos en un país lejano o de las manos solidarias de quienes palmean al son de bienvenidos.
Qué precioso es sentir, vivir y respirar ese sentimiento espontaneo de bienvenido en una patria desconocida. Lo desconocido se hace íntimamente divino y conocido en la teología de la providencia. Sentimos que las fronteras no son más que imprudentes barreras de personas inseguras, alimentadas de una espiritualidad egocéntrica. Y que muchas veces los conocidos consanguíneamente, familia, parientes, vecinos y coterráneos del mismo barrio cultivando este mezquino producto en nuestros espacios físicos.
Promoviendo la santa guerra de la división, con la sofisticada arma de la lengua envenenada de envidia, odio y venganza.
Dos mil diecisiete con rostro migrante, besas los labios de la tierra, en las polvorientas huellas de millones de niños y niñas desmovilizados en busca de pan, agarrados de las débiles manos de sus madres y padres huyendo de las guerras.
Dos mil diecisiete la bestia del imperio Norte Americano ha construido un gigante muro. Y ha lanzado una campaña nefasta de mentiras a través de los medios de comunicación masivos, ha desestabilizado democracias, ha invertido en guerras y espionaje.
Desbordando volcanes incontrolables de migraciones e inmigraciones. Dos mil diecisiete con nuestras manos, voces, miradas y sentimientos te resistimos, día a día. Te hicimos nuestro en cada segundo, minuto, semana, mes y te vas consumiendo en nuestros cansancios inagotables. Te quedas para siempre en la resistencia pacífica de nuestras luchas cotidianas, en nuestros miedos, soledades, encuentros, retos y compromisos solidarios.
Te juramos que los dos mil dieciocho o uno de los venideros años una niña migrante parirá sueños mesiánicos, que romperán los muros nefastos de Trump y sus encarcelados amigos dueños de ambiciones abundantes en sus corporaciones.
Un niño besará las huellas de aquella tierra para santificar la maldad impuesta por los dioses del poder y el dinero. Un anciano o anciana, bendecirá los gemidos y lagrimas de millones de caídos en las rutas de la migración. Mientras las trompetas de jubileo empiezan a sonar en los rincones de la tierra el canto de libertad. Feliz 2018, con rostro pacíficamente migrante.
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SomosToronto “Cerca de todos haciendo la diferencia”
Gracias Padre Hernán Astudillo por compartir sus sentimientos. Sin duda,un gran líder social y religioso. Dios le bendiga.