Un Viaje de Fe y Amor: El Padre Javier Valdés Castellanos Celebró 15 Años de Sacerdocio

(De izquierda – derecha) El Diacono Carlos Retamales, Padre Javier Valdés y Mons. Ramón Vielma.

Por Víctor R. AGUILAR. La Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Toronto se llenó de emoción y gratitud durante una conmovedora misa de acción de gracias, que conmemoró los 15 años de servicio del Padre Javier Valdés Castellanos, quien fue ordenado sacerdote el 24 de abril del 2010. La ceremonia fue concelebrada por Monseñor Ramón Vielma y el Diácono Carlos Retamales, y representó una ocasión única para rendir homenaje a su trayectoria de dedicación y compromiso con la comunidad.

Los fieles que conocen al Padre Javier destacan su cercanía y su incansable trabajo en la evangelización y el acompañamiento espiritual. Al concluir la misa, el sacerdote compartió emocionadas palabras de agradecimiento dirigidas a Dios, a sus compañeros en el ministerio y a la comunidad que lo ha respaldado en su camino de fe. “Ha sido un viaje de fe, amor y aprendizaje. Gracias por estar aquí, por orar por mí y por caminar conmigo”, expresó con visible emoción.

Durante su homilía, el Padre Javier recordó el origen de su vocación, rememorando su primera experiencia en una iglesia en Cuba durante los años 80. “Eran tiempos difíciles y, al llegar, recibimos insultos y hasta nos tiraron huevos por intentar entrar. Pero al cruzar la puerta, sentí que estaba en un lugar especial y le pedí a mi familia que volviéramos cada domingo”, mi abuelita me prometió que así seria.

Recordó también las conversaciones  con su madre sobre su futuro. Durante aquellos años, cuando tenía 17 años, mi mamá ya comenzaba a pensar en mi matrimonio. Había una chica, hija de un amigo de la familia, que había nacido el mismo año que yo; crecimos juntos, y mi madre decía: “Javier, te vas a casar con ella porque es una buena mujer, una buena chica”. Pero un día la respondí: “Mamá, a mí no me interesa el matrimonio. Quiero irme al Seminario a estudiar; quiero ser cura”. Su reacción fue el llanto, pues conocía bien los sacrificios que conllevaba la vida sacerdotal.

Recuerdo el día en que ingresé al Seminario, en 2001. Me acompañaron hasta la puerta y mi madre lloró sin consuelo. Nueve años después, el 24 de abril del 2010, cuando me ordené, le di el mejor abrazo de mi vida. Ella, con lágrimas en los ojos, me dijo: “Hoy me doy cuenta de lo importante que es esto para ti, porque has luchado y peleado para llegar hasta aquí”.

Hoy, el Padre Javier Valdés continúa siendo un símbolo de esperanza y fe en la comunidad guadalupana de Toronto. Su historia resuena en los corazones de muchos, y su impacto en la vida espiritual de los feligreses es innegable.

La Resurrección: Encuentro y Esperanza en la Eucaristía

En su homilía centrada en el evangelio de San Lucas 24, 35-48, el Padre Javier Valdés nos invita a reflexionar sobre la experiencia de los discípulos tras la resurrección de Jesús. Este pasaje revela un momento de transformación profunda: los apóstoles, inicialmente llenos de miedo e incertidumbre, encuentran la paz al reconocer que su Maestro está vivo. La manifestación tangible de su resurrección se hace evidente cuando Jesús les muestra sus manos y pies y comparte un momento de intimidad al comer con ellos, dejando claro que no es un fantasma, sino el Cristo viviente.

El Padre Javier subraya que la experiencia más hermosa de la fe cristiana se vive cada domingo en la celebración de la Eucaristía. Al partir el pan y compartirlo con la comunidad, se revela la unidad de todas las iglesias católicas con la sede de Roma, simbolizando la catolicidad universal. A través de estos actos, el Padre Javier, en su ministerio, puede vislumbrar el rostro de Cristo. “Cada vez que levanto la hostia, veo el rostro de un hombre que te mira a la cara y te dice: estoy vivo“, afirma con fervor. Esta poderosa imagen nos recuerda que, en la comunión, encontramos la vida y la esperanza.

Los discípulos que regresaron de Emaús compartieron su experiencia con una alegría desbordante, una alegría que brota del encuentro con el Resucitado. El Padre Javier enseña que esta alegría es contagiosa; cuando la experimentamos, no solo transforma nuestro interior, sino que también ilumina a quienes nos rodean. Así, la Eucaristía se convierte en el eje central de nuestra vida cristiana: “la oración cumbre y máxima de la fe cristiana“, como decía el Papa Juan Pablo II.

Al participar en la santa misa, podemos dejar de lado nuestras preocupaciones y, durante la Eucaristía, sumergirnos en la plenitud de la felicidad. Es un acto de encuentro, un abrazo del Señor que nos recuerda su presencia constante en nuestras vidas. En cada celebración, se renueva la promesa de que, a pesar de las dificultades, la vida y la esperanza siempre prevalecerán en el amor de Cristo resucitado, tal como nos exhorta el Padre Javier Valdés en sus reflexiones.

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