Por los caminos del Señor: El Matrimonio
Por el Padre JUAN TRIVIŇO / ST.- Apreciados lectores, Paz y Bien, ya finalizando este mes de septiembre, noveno mes del año /2015 y nosotros seguimos las acechanzas de cada día, pero firmes en nuestra fe y con la esperanzan de alcanzar misericordias de parte de Dios nuestro Padre.
Mes para reflexionar sobre la maravilla de los diferentes espacios en que se mueve nuestra vida con el desarrollo en nosotros del Amor y por ello vamos a dedicarle este mes al sentimiento espectacular que habita en cada ser humano y que nosotros llamamos AMORRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR.
MATRIMONIO
Varón y mujer se han entregado totalmente en la alianza matrimonial. La virilidad del varón ya no le pertenece, ahora es de ella y a ella se debe; y la feminidad de ella ya no le pertenece, ahora es de él, y a él se debe; pero no se trata de dos relaciones biunívocas, la de él hacia ella y la de ella hacia él, sino de una sola relación, la que los ubica en un nosotros, nuevo, distinto, generador y procreador.
Luego del pacto conyugal se genera un vínculo de naturaleza jurídica entre los esposos, con sus correspondientes deberes y derechos. Esta relación, este vínculo, se asienta en el ser mismo de los esposos, siendo ellos mismos los que constituyen el vínculo de la unión. Esta
“unidad de dos” es única e irrepetible en toda la historia de la humanidad. Si ellos mismos son únicos e irrepetibles por ser personas humanas completas, su unión también lo es. Se crea así algo nuevo, algo que es lo nuestro, que vive en y por el nosotros.
Sólo el amor conyugal es capaz de esta novedad, novedad que tiene la potencia procreadora de traer nuevas vidas al mundo; por eso el amor en el matrimonio es un amor bueno, entrañable, íntimo, alegre, esforzado, que bien vivido, hace profundamente felices a los cónyuges.
Ese “nosotros”, ese ser juntos, es un co-ser nuevo que es capaz de dar a la vida de los esposos una nueva dimensión antes ignorada por ambos. Esa unión en el co-ser presupone un encuentro aparentemente accidental en el que hay una serie de coincidencias de espacio y tiempo que supera a los amantes, que no dependen de ellos, y que da la idea de un Ser subsistente que propone esa posibilidad de unión, siendo la voluntad personal de los amantes la que debe responder libremente a esa propuesta vital o vocacional.
Vida matrimonial
El amor conyugal es el gran tesoro del matrimonio, y también, el fundamento del resto de amores que surgen en la familia con la llegada de los hijos, y obviamente, el fundamento de toda sociedad bien constituida. Por ello, hay que cuidarlo, alimentarlo, restaurarlo, y hacerlo crecer.
Cuidarlo significa no exponerlo a peligros, mantenerlo dentro del ámbito de la intimidad de los esposos; hacer uso de la sexualidad con gran delicadeza; darle en la vida el lugar que debe tener, dedicándole lo mejor de nuestro tiempo.
Deberá tener prioridad sobre otros intereses, sobre los amigos, sobre la vida profesional, incluso, sobre nosotros mismos. Un amor así de cuidado crece, genera confianza, une a los esposos de tal modo que los enriquece, los mejora, y crea en ellos un grado de unión tal, que ya no son dos, sino uno.
Los seres humanos somos imperfectos, y nuestro modo de amar también lo es; y muchas veces, nos equivocamos, llegando incluso a herir precisamente a la persona a quien más amamos. Es entonces cuando debemos restaurar el amor, alimentándolo con muestras de cariño, y con detalles que pueden llegar a ser heroicos. El gran secreto del matrimonio es el sentido de pertenencia, es decir, el saberse y reconocerse que le pertenecemos a la otra persona. Que somos en y de ella, y por lo tanto, debemos ser fieles amando en exclusiva y para siempre. “SER UNIÓN Y CONSERVARLA ES UN GRAN BIEN PSICOLÓGICO Y BIOGRÁFICO. Es la garantía de la recta intención conyugal a lo largo y ancho de las vicisitudes de la comunicación cotidiana concreta. Y es la fuente de la verdadera confianza entre los esposos” .
El amor conyugal es el amor que toda persona casada conoce bien. Ese amor que un buen día, de modo misterioso y casi sin buscarlo, apareció cuando conoció al amor de su vida. Me refiero al amor cotidiano, el de cada día, al amor que a los casados nos impulsa a vivir unidos y relacionarnos cada vez más con quien amamos, el que nos lleva a desprendernos de tantas cosas buenas para darlas sin condiciones simplemente porque creemos que vale la pena. Ese amor no es la ensoñación que parte de nuestra cultura mediática muestra cotidianamente; es mucho más que un sentimiento.
Es sobretodo acción, acto puro, movimiento de nosotros mismos hacia otro, intimidad, tiempo, vida que se comparte, trabajo esforzado, alegría y también dolor y dificultades. “Tendría un pobre concepto del matrimonio y del cariño humano quien pensara que, al tropezar con esas dificultades, el amor y el contento se acaban. Precisamente entonces, cuando los sentimientos que animaban a aquellas criaturas revelan su verdadera naturaleza, la donación y la ternura se arraigan y se manifiestan como un afecto auténtico y hondo, más poderoso que la muerte” .
Hemos visto que el amor conyugal, además de ser un misterio, es la donación de sí mismos que hacen un varón y a una mujer, en razón de la bondad intrínseca que tiene la sexualidad humana. Esta donación es de tal entidad que afecta el ser de los cónyuges y genera en ellos un nuevo modo de ser en la unión, una comunión de personas que, sin destruirlas, las perfecciona haciéndolas más humanas. Este amor, está llamado a conformar a lo largo del tiempo una unión de uniones entre los esposos y constituye un verdadero camino de perfección humana para ellos.